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La Voz Latinoamericana de PEP
Octubre/Noviembre 2009

Sonia Sotomayor: del Bronx al tribunal supremo

Un fuerte aplauso irrumpió en el edificio normalmente silencioso de la Suprema Corte cuando la ministra de justicia Sonia Sotomayor tomó juramento de su cargo el 8 de agosto, y sus admiradores por toda la nación vistieron orgullosamente las camisetas de “la sabia mujer latina”.

Igual que durante las elecciones de Barack Obama a la presidencia en noviembre, el surgimiento de una mujer puertorriqueña de la clase obrera, criada por una madre soltera en un edificio de viviendas públicas en el Bronx, ascendiendo hasta el más alto lugar de los tribunales del país, marcó un parteaguas en la historia de Estados Unidos.

Sotomayor es la primera latina y tan sólo la tercera mujer que en 220 años ha estado en el más alto tribunal. Ha habido sólo dos afroestadounidenses entre los 111 miembros de la Suprema Corte.

El 12 de agosto, en una recepción colmada de emotividad en la Casa Blanca para la nueva ministra de justicia, Obama dijo que la confirmación 68-31 que le dio a ella el Senado “rompió otra barrera más y afirmó nuestra creencia de que, en Estados Unidos, las puertas de las oportunidades deben estar abiertas para todos”.

La admisión de Sotomayor a la Suprema Corte se debió en gran medida a los largos años de lucha por equidad racial, étnica y de género emprendida por las minorías, las mujeres, los progresistas y muchos sindicatos, así como por una maravillosa formación de su madre, Celina, y por una cultura de unión familiar, así como por su extraordinaria inteligencia, su determinación, su esforzado trabajo y su voluntad de lucha contra la discriminación. Celina, una enfermera jubilada, sostenía la Biblia, y el hermano Juan, un doctor de Syracuse, estaba de pie a su lado cuando ella tomó el juramento judicial.

Una carrera distinguida


Fue una destacada alumna de la Escuela Secundaria Cardinal Spellman del Bronx; se ganó una beca para estudiar en Princeton y se graduó en leyes en Yale. Entre diversa y distinguida carrera —una historia clásica de éxito americano— se cuenta el haber trabajado como asistente del procurador de justicia del Distrito de Manhattan como abogada privada antes de que el presidente George H. W. Bush la nombrara para el Tribunal de Distrito Federal en 1992. El presidente Bill Clinton la elevó al Tribunal de Apelaciones en 1998.

Cuando Obama la nominó para la Suprema Corte, Sonia Sotomayor tenía más experiencia judicial que cualquiera de los nominados en los últimos 100 años y una trayectoria de justicia e imparcialidad en 700 fallos desde la banca.

Sin embargo, en su batalla de 10 semanas por la aprobación del Senado, ella debió soportar una maliciosa campaña republicana de desprestigio, basada en estereotipos racistas. Los oponentes la llamaban una “intelectual ligera”, una juez “de extrema izquierda”, e incluso una “racista” que iba a dejar que su herencia étnica influyera en sus decisiones.

Aunque fue atacada por decir que la “riqueza de experiencia” de una “sabia mujer latina” podría ayudar en la toma de decisiones judiciales, Obama elogió su comprensión del impacto que tiene la ley en “cómo trabajamos y veneramos y criamos a nuestras familias; en si tenemos las oportunidades que necesitamos para vivir la vida que nos imaginamos”.

Obama dijo que su logro tenía un gran significado para toda la nación. “Se trata de todo aquel niño que crecerá pensando: ‘Si Sonia Sotomayor puede lograrlo, entonces tal vez yo también puedo’”.

— Bill Schleicher


 

 

 

 
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