Por LILLIAN ROBERTS
Directora Ejecutiva del DC 37
El huracán Katrina despojo a 1 millón de personas de
su hogar y de su empleo. La inundación casi bíblica
dejó a 100 mil personas estancadas en las azoteas, en los pisos
altos de sus casas y en refugios enormemente inadecuados. Durante
varios días, no tuvieron comida, ni agua potable, ni luz, ni
comunicaciones.
Muchos de quienes fuimos lo suficientemente afortunados para estar
fuera del camino de la tormenta, vimos la televisión llorando
mientras observábamos el despliegue del desastre. Vimos gente
aferrándose trabajosamente a los techos mientras subía
la inundación; a ancianos al borde de la muerte en el albergue
del centro de convenciones sin atención médica, y a
cadáveres en la indignidad final de ser ignorados en las banquetas
o flotando durante una semana o más en el agua sucia.
La tragedia nos enseñó algunas lecciones importantes;
lecciones de vida y lecciones políticas. Nos recordó
que somos los protectores de nuestros hermanos y hermanas. En los
primeros días, que fueron cruciales, cuando la falta de acción
gubernamental ensombrecía la esperanza, miles de obras de gentileza
y valentía de desconocidos le dieron sostén a la gente.
Los corazones de los miembros de DC 37 y de millones de familias asalariadas
por toda la nación fueron a alcanzar a nuestros compañeros;
el movimiento laboral entró en acción. Nuestro sindicato,
junto con muchos otros, estableció fondos de rescate, y yo
insto a cada agremiado a que contribuya (vea
"Cómo puede ayudar").
El huracán nos demostró que tan preciosa y vulnerable
es la vida humana. A medida que nos conmovemos y ayudamos a las víctimas
del Katrina, debemos también encontrar modos de ayudar a los
demás cada día, no sólo cuando hay un desastre.
Mantengan presentes en su corazón a los necesitados mientras
rezan o meditan o reflexionan sobre las grandes cuestiones de la vida.
Decidan qué pueden hacer individualmente para ayudar a alguien
menos afortunado.
Mientras la zona de desastre esperaba en vano la ayuda federal, Aaron
Broussard, presidente de Jefferson Parish, un condado justo en las
afueras de Nueva Orleáns, habló por las víctimas:
Hemos sido abandonados por nuestro país, dijo tristemente.
No fueron abandonados por el pueblo estadounidense, pero ciertamente
fueron olvidados por su gobierno. Katrina fue obra de la naturaleza,
pero la enormidad de la tragedia fue obra humana en Washington, D.C.
Las muertes y la devastación de Nueva Orleáns fueron
resultado de la negligencia fatal de un presidente que seguía
de vacaciones en su rancho, paseando en bicicleta, mientras el agua
subía de nivel en Nueva Orleáns, y de un gobierno que
ha ignorado persistentemente las necesidades de nuestras ciudades,
de nuestros pobres, y de nuestra infraestructura física vital.
La administración de Bush en sí misma es la culminación
de 25 años de campaña ideológica derechista,
que empezó con la era de Ronald Reagan, para desacreditar al
Estado como máximo protector del bien común; para reducir
la capacidad del Estado de atender a la gente común y corriente,
y para recortarles impuestos a los ricos.
La administración de Bush ubicó en el Depto. de Seguridad
de la Patria a la FEMA, que es la agencia encargada de desastres naturales.
Rápidamente, los contratistas externos y los asignados políticos
sin conocimiento de recuperación de desastres sub-stituyeron
al personal de profesionistas, y los fondos para mitigar los peligros
tales como los descuidados diques de Nueva Orleáns
fueron recortados a la mitad. Si Seguridad de la Patria no puede protegernos
de un desastre natural predecible, ¿cómo podemos sentirnos
a salvo de los ataques terroristas?
El presupuesto del Cuerpo de Ingenieros del Ejército para el
proyecto de control de inundaciones en Nueva Orleáns ha sido
recortado sistemáticamente desde el 2000. La administración
traspasó ese dinero al presupuesto de la guerra contra Irak.
La guerra ha mandado a Irak a un tercio de las tropas de la Guardia
Nacional de Louisiana y Mississippi, muchas de las cuales son de Nueva
Orleáns y la mayoría de ellas entrenadas en mantener
el orden después de un desastre. También está
ahí, en la zona de guerra, la mitad de su equipo, como helicópteros,
Humvees a prueba de agua e implementos de comun-icaciones, que en
el esfuerzo de rescate habrían hecho una diferencia enorme.
El huracán reveló que los recursos que necesitamos para
proteger la vida en la patria están en Irak, matando a gente
que nunca nos hizo ningún daño. Tal vez eso es señal
de que necesitamos apoyar a nuestras valientes tropas haciendo que
se regresen a casa ya.