Por LILLIAN ROBERTS,
 Directora 
Ejecutiva de DC 37, AFSCME
 
 Tenemos que cambiar el rumbo de nuestro país. 
Bush y su equipo de Republicanos derechistas han conducido a nuestra nación 
y a su economía al caos y la corrupción, y la única forma 
como podemos enderezar las cosas es utilizando el poder de las urnas de votación 
para recuperar a la Casa Blanca.
 
 Ahora más que nunca, tenemos 
directa y personalmente algo qué ver respecto a quién gane la presidencia 
en el 2008. En los últimos seis años y medio, enormes recortes han 
golpeado programas guber-namentales que nuestros miembros necesitan, y servicios 
que nuestros miembros proporcionan.
 
 ¿A donde se ha ido el dinero 
de los programas para horarios extraescolares, para los ancianos, para las tutorías 
asistenciales universitarias, para el cuidado de nuestros niños? Todos 
sabemos la respuesta. Bush ha derrochado el dinero en recortes de impuestos para 
los ricos y en la desastrosa guerra en Irak. El pueblo estadounidense rechazó 
la guerra decisivamente cuando votó en 2006, pero en lugar de escuchar, 
Bush ha expandido la guerra y ha aumentado el costo en muertes.
 
 Los costos 
de la guerra y los regalos tributarios nos han dejado al resto de nosotros sufriendo 
mientras el precio de la comida y de la gasolina suben y la vivienda accesible 
es destruida para construir más condominios millonarios de una recámara. 
¡Basta! Ya no podemos aguantar nada de esto. Tenemos que limpiar la casa, 
pero la Casa Blanca, y la manera de hacer eso es con una fuerte escoba política.
 
 Guardián de los negocios
 A 
donde quiera que usted mire, verá que nuestro país no cumple con 
sus principales retos: la necesidad desesperada de una atención médica 
a precio accesible; la necesidad de financiar nuestro debilitado sistema educativo; 
la urgencia de salvar a nuestro planeta de un cambio destructivo del clima; la 
imparable distancia que crece entre los ricos y la clase asalariada; la importancia 
de hacer que la economía global funcione para aquellos que hacen el trabajo 
y no sólo para quienes cosechan las ganancias.
 
 En la última 
semana de junio, la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos emitió 
una decisión que torció como a un bizcocho la famosa regulación 
Brown v. la Junta de Educación, promulgada en 1954, contra la segregación 
racial en las escuelas públicas, y que declaró que se prohíben 
muchos esfuerzos actuales integra-cionistas y voluntarios en las escuelas.
 
 Bush le ha hecho arreglos a la Suprema Corte con tantos derechistas que ahora 
parece una subsidiaria de su administración, en lugar de un brazo independiente 
del gobierno, tal como se creó. La corte de Bush ha renunciado a su papel 
como guardiana de los derechos humanos, protectora de la Constitución y 
como la voz por justicia más fuerte de la nación. El presidente 
se ha convertido en un guardián de los negocios, en un protector de las 
fortunas y en un vocero del constante asalto de la administración a los 
derechos y necesidades de las minorías, de las mujeres y del pueblo obrero.
 
 Esta última decisión nos demuestra que, bajo la administración 
de Bush, nada está a salvo: ciertamente, no la Ley de Derechos Civiles 
de 1964 que el Dr. Martin Luther King Jr. y un cuarto de millón de marchistas 
demandaron en Washington el 28 de agosto de 1963. 
 
 Aquellos que piensan 
como Bush deben quedar fuera de la Casa Blanca en el 2008, antes de que hagan 
todavía más derechista a la máxima corte de la nación.